Actualidad

« Atrás

Eva Díaz, Catedráticos a los cuarenta: el profesorado asturiano llega cada vez más joven a la élite universitaria

Catedráticos a los cuarenta: el profesorado asturiano llega cada vez más joven a la élite universitaria

Amaia Bravo, Eva Díaz, Ángel Espiniella y David Díaz son cuatro ejemplos: “Tenemos grupos de investigación muy competitivos que favorecen la promoción”

 

El catedrático universitario rejuvenece en Asturias. Y estos son los
cuatro rostros que los demuestran: la psicóloga Amaia Bravo
Arteaga, el jurista Ángel Espiniella Menéndez, la ingeniera química Eva
Díaz Fernández y el ingeniero eléctrico David Díaz Reigosa. Todos ellos
alcanzaron la máxima categoría académica en la Universidad de
Oviedo a los cuarenta y pocos años. “La imagen de un catedrático ya no
es la de un señor mayor. Ahora promocionar no es tan difícil. Tenemos
grupos de investigación muy consolidados y dinámicos que favorecen
el acenso a catedráticos”, aseguran. ¿Bueno o malo? Ni lo uno ni lo otro,
diferente. Porque, afirman, “el proceso de acreditación también se ha
endurecido mucho para ajustarse a los altos niveles de competitividad
de los equipos científicos”.
 
Según datos del Ministerio de Universidades, correspondientes al curso
2020/21, la plantilla docente e investigadora de la institución
académica asturiana está formada por 2.119 personas. De ellas, 327 son
catedráticos (237 hombres y 90 mujeres) y tan solo 16 tienen entre 40 y
49 años. La mayoría, 141, se encuentra en la franja de edad de los 50- 59,
mientras que 89 tienen entre 60 y 64, y 81, 65 o más años. LA NUEVA
ESPAÑA ha reunido en este reportaje a cuatro de los catedráticos más
jóvenes de la Universidad de Oviedo, que representan a las ramas de
Ciencias, Ciencias de la Salud, Ciencias Jurídico-Sociales e Ingeniería.
El vicerrector de Políticas de Profesorado, Pedro Alonso Velázquez,
destaca que “el problema que existe en la universidad española en
general tiene que ver no tanto con la promoción como con el retraso en
la estabilización”. “Estamos ante una generación a la que les pilló la
congelación de plazas y la puesta en marcha de las tasas de reposición,
lo que ha complicado su estabilización. El reto que tenemos por
delante es trabajar en la base, teniendo en consideración la
convocatoria de plazas de contratado doctor, donde realmente existía
una amplia bolsa de acreditados que no habían podido optar a plazas.
A lo anterior hay que sumar la convocatoria de ayudantes doctores,
reduciendo así el número de asociados, y de titulares de universidad”,
rekexiona. Todas ellas son fórmulas para rejuvenecer las plantillas

 

Cuatro ejemplos.
 
Eva Díaz Fernández tiene 43 años y hace ya doce meses que es
catedrática del departamento de Ingeniería Química y Tecnología del
Medio Ambiente. Es ovetense e investiga en el grupo de Catálisis,
Reactores y Control. David Díaz Reigosa también tiene 43 años y desde
hace un año y dos meses que es catedrático del departamento de
Ingeniería Eléctrica, Electrónica, de Comunicaciones y Sistemas. Este
gijonés compagina su labor docente e investigadora en el grupo de
Accionamientos Eléctricos y Convertidores de Potencia con su puesto
en el Vicerrectorado de Sostenibilidad, Movilidad y Medio Ambiente
como director de Área de Movilidad Sostenible. Ángel Espiniella
Menéndez tiene 44 años y es catedrático del departamento de Derecho
Privado y de la Empresa. Es gijonés, forma parte del grupo de Derecho
Internacional Privado y, desde hace poco más de un año, es secretario
general de la Universidad. Amaia Bravo Arteaga, de 45 años, tiene la
cátedra muy reciente: la defendió hace tan solo un mes. En su
departamento, el de Psicología, “comienzan ahora –según cuenta– a
consolidar su trayectoria profesores más jóvenes”. Investiga en el grupo
de Familia e Infancia y nació en San Sebastián, pero se mudó hace más
de treinta años a Gijón y, en la actualidad, vive en Oviedo.
 
Cada vez se promociona más rápido.
Amaia Bravo indica que los inicios son hoy en día “muy competitivos”,
pero a cambio, una vez que te estabilizas, “no es tan difícil
promocionar”. “Ahora, desde que empiezas, tienes más oportunidad de
desarrollar y participar en publicaciones e investigaciones”, señala.
“Los catedráticos de antes, en cambio, abrían líneas, empezaban desdecero”, apunta.
Toda esta situación ha generado que los equipos
científicos competitivos “favorezcan la promoción a catedráticos”,
como dice Eva Díaz, y que, por ejemplo, en el grupo de David Díaz solo
haya “ayudantes doctores y catedráticos”. En su caso, la figura
intermedia, la de profesor titular, es inexistente. Eso es así “porque los
titulares pasan muy rápido a ser catedráticos”, asevera. Ángel Espiniella
también cree que la razón por la que ha podido llegar tan joven al
último escalón de la carrera académica es “porque me cogió un buen
momento”. Y se explica: “La promoción anterior a la mía sufrió retrasos
a consecuencia de la crisis económica de 2008 y también por ello la
Universidad perdió mucho talento. Yo he conocido a profesionales
muy buenos que se han tenido que ir. Así que es estar en el momento
oportuno, en el lugar oportuno”.
 
Para lograr una cátedra...
 
Hay que reunir méritos en cuatro grandes campos: docencia,
investigación, transferencia y gestión. Eva Díaz dice que es “como hacer
un puzzle”, en el sentido de que hay que conseguir unos puntos
determinados por cada área. “Y buscan que tengas solvencia en todas,
un perfil que sea completo”, agrega. Ángel Espiniella aplaude que con la
ANECA, la Agencia Nacional de la Evaluación y Acreditación, el proceso
haya ganado en transparencia, ya que “los criterios ahora están claros”.
Pero eso también tiene su lado negativo. “Estamos centrados en
cumplir la plantilla, en rellenar la casilla”, aprecia Eva Díaz. Y una de
las casillas más importantes es la de publicar en revistas científicas de
alto impacto. Esto también tiene su parte oscura, según advierte Amaia
Bravo. “Hemos llegado a un punto que escribir un manual o hacer
cualquier otra publicación para transferir conocimiento apenas recibe
reconocimiento en la trayectoria académica”, critica. El ingeniero David
Díaz confía en que “esto cambie”.
 
Sin tribunal nacional.
 
Según cuenta Ángel Espiniella, antes había lo que se llamaba la
habilitación nacional ante un tribunal nacional. Ahora eso se ha
sustituido por la acreditación, que se realiza a través de una aplicación
informática. Es igualmente duro, pero Espiniella aboga por recuperar
“la posibilidad de un acto de defensa oral ante la comisión nacional”.
“Ahora hay un tribunal pero en una segunda fase y lo forma la
universidad en la que sale la plaza”, aclara. Aún así el proceso es duro,
como confiesa Amaia Bravo. Hay que reunir muchos méritos (y
diversos), documentarlos y aportar además informes de especialistas.
No obstante, en su caso la obtención de plaza fue “muy rápida”;
prácticamente fue conseguir la acreditación y tener la cátedra.
 
¿Qué supone ser catedrático?
 
La psicóloga Amaia Bravo tira de ironía: “Olvidarme de recopilar
papeles, poder decir: ‘El tema del currículum ya está’”. “Nada cambia, lo
único que cuando me mandan correos de promoción ya no los miro”,
apunta entre risas Eva Díaz. En esta misma línea, David Díaz dice que
“laboralmente la vida no cambia” por ser catedrático, aunque reconoce
que en el entorno “genera mucho orgullo”. “Fuera, decir que eres
catedrático suena fuerte”, sostiene. Aunque dentro, lamenta Eva Díaz,
ya no se ve así: “Antes era ‘el catedrático’, una persona que infundía
gran respeto, sin embargo, eso con el paso del tiempo se ha perdido”.
 
“Ahora el objetivo es abrir puertas a los que vengan detrás”.
 
Pese a ello, Ángel Espiniella maniResta que alcanzar la cátedra
“significa culminar una etapa y devolver a la universidad lo que me ha
dado”. “Si hemos llegado a la última categoría, ahora lo que nos toca es
formar. Yo estoy en deuda con la gente joven”, afirma. En ello están de
acuerdo el resto de profesores. “Igual que nosotros hemos tenido
nuestros maestros, ahora nos toca luchar por los demás. Hay que seguir
trabajando, pero dejas de preocuparte por acumular méritos y tu
objetivo ahora es abrir puertas a los que vengan detrás”, remata Amaia
Bravo. Los cuatro aseguran que la universidad “no es una forma de
trabajo, sino de vida” y que es fundamental “tener vocación” para llegar
a la élite universitaria.
 
Fernández Rúa: “Tuve la fortuna de sacar la carrera académica muy
rápido”
Dice Ignacio Fernández Rúa que “no encaja en la figura de catedrático
estándar”. Tiene 44 años, viste juvenil y es un profesor “no enrollado, pero
sí cercano”. El pasado mes de marzo, en el Día Internacional de las
Matemáticas, ingresó en la élite universitaria al conseguir el título de
catedrático de Álgebra. Aunque asegura que trabajó “mucho” para llegar
hasta aquí, considera que tuvo también “fortuna para sacar la carrera
académica muy rápido”. “He ido evolucionado de acuerdo a los pasos que
he ido dando, peldaño a peldaño. Hay sin embargo gente muy válida que
no ha tenido la suerte que he tenido yo”, opina. Aún así, el camino ha sido
largo: “No conseguí un contrato indefinido hasta los 34 años”. A este
gijonés le apasiona dar clases. “Es algo que se me nota, a mí me gusta
formar y aquí tienes las dos facetas: la docente y la investigadora”,
comenta. Fernández Rúa ha vivido el “boom” de las matemáticas ya como
profesor, aunque dice que el germen ya estaba ahí en su etapa de
estudiante. “Antes un matemático o iba para un instituto o para un banco.
Eso ya empezó a cambiar en mi época: muchos acabaron trabajando en
empresas consultoras”, comenta. No cabe duda que ese gran cambio vino
acelerado por la implantación en Asturias del doble grado de Matemáticas
y Física, que hoy recibe a los mejores estudiantes de toda la Universidad de
Oviedo, con una nota de corte superior a Medicina. Fernández Rúa
conResa que siempre le atrajeron las matemáticas, “un lenguaje más en el
que expresas una serie de verdades que tienen cierto carácter universal”.
“Aprender ese lenguaje te permite –ahonda– acceder a lugares que a mí
me producen satisfacción. Y ahora desde mi labor docente intento que los
estudiantes superen las barreras iniciales y transmitirles la belleza que
tienen las matemáticas”. En el área de Álgebra son, a día de hoy, ocho
docentes, cinco de ellos catedráticos. Una de ellas es Consuelo Martínez, a
la que considera su “madre cientíRca”. El gijonés estudia la aplicación de
estructuras algebraicas en teorías de códigos y criptografía. Sus avances
teóricos sirven para algo “tan omnipresente” como los códigos QR.